viernes, 29 de mayo de 2009

¿Fabricando subjetividades estatales?

La ministra Ángeles González-Sinde declaraba recientemente que toda la sociedad debería esforzarse porque la cultura adquiriera el rango de política de Estado. Un breve pero indisimulable escalofrío ha recorrido mi piel al escuchar la propuesta normativa que la ministra nos lanza a toda la sociedad, sin que, de momento, haya logrado averiguar del todo su causa. Tampoco sé con precisión a qué se refiere con eso de "el rango de política de Estado". Sin embargo, hay un tufillo pestilente en estas declaraciones, como si su intención fuera la absorción de la cultura y de las fuerzas vitales por parte de una única autoridad: el Estado, al servicio de los intereses de clase que ella misma representa. Más bien el Estado debería preocuparse porque las nuevas formas de creación y distribución culturales que se dan en la sociedad no fuesen perseguidas por los fanáticos de mantener un modelo de propiedad intelectual cada día más insostenible. Si que la cultura adquiera el rango de política de Estado significa esto último, estoy de acuerdo.

Libertad

La libertad no es el gesto de deshacernos de nuestros apegos, sino la capacidad práctica de operar sobre ellos, moverse en ellos, establecerles o zanjarles.

Tiqqun, La insurrección que viene.

martes, 26 de mayo de 2009

La función de la autoridad

La función principal de la autoridad consiste en fijar una orientación al querer del sujeto. Dice Lacan “Lo dicho primero decreta, legisla, aforiza, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad.”, esta determinación entra en contraposición con un momento –Lacan habla de “dicho primero”– en el que el sujeto no sabe lo que quiere. Cuando las figuras que encarnan la autoridad entran en crisis, el sujeto se ve bombardeado en todo momento por ofertas continuas para que se pronuncie sobre lo que quiere, no hay autoridad que oriente, el peso de la elección está en nosotros, todo parece ser posible pero si no hay elección forzada que limite el campo de la libre elección, desaparece la propia libertad de elección. Cuando ya no hay nadie que marque lo que queremos, ocurre exactamente lo contrario de lo que cabría esperar, cuando toda la carga de la elección reposa sobre nosotros, es cuando la dominación del Otro es más completa y la capacidad de elección se convierte en un puro simulacro.

Slavoj Zizek