martes, 17 de marzo de 2009

La tarea del filósofo

La tarea del filósofo asume la dificultad mayor: desnaturalizar la manera dominante de vivir, volver visible el "peligro" que acecha en la banalidad, la "enfermedad mortal" que opera inadvertidamente en el interior de la vida común, hasta el punto de ocultarse como tal. El filósofo compone su experiencia y meditación para advertir el peligro donde no se lo ve, para señalar la necesidad de la ruptura y el riesgo.

Diego Tatián, La cautela del salvaje: pasiones y política en Spinoza

Humpty Dumpty y la no-neutralidad del poder

Probablemente la reacción normal ante la sentencia de Humty Dumpty de que no importa lo que significan las palabras, sino quién manda, sea espantarse, considerarlo un caso de cinismo, un peligro totalitario que se cierne sobre nosotros. Si lo aceptáramos, la verdad podría ser la mentira, etc. Humpty Dumpty no tiene razón, expone lo que debemos evitar, lo que debemos hacer: asignarle a las palabras su verdadero significado, alejándonos del poder y situándonos en un lugar neutral. Pero es inevitable sospechar de esta neutralidad, tanto de la posición enunciativa como de los significados. No existe un lugar neutral respecto de las relaciones de poder, tampoco de las relaciones de poder discursivas, de las acciones comunicativas (¿qué pasa cuando no hay consenso?, y casi nunca lo hay). No hay un verdadero significado inscrito en el cielo, invariable e inmutable.

No es el verdadero significado del término radical, por ejemplo, el que dirime la disputa entre aquellos para quienes su verdadero significado es el que le otorgan los medios de comunicación y aquellos para quienes su verdadero significado es ir a la raíz de las cosas. Si la cuestión es quién manda, depende de las relaciones de fuerza que se componen. Quien quiera asignarle su verdadero significado ocupa una posición determinada.

Lo que importa es el verdadero significado de las palabras, no quién manda, podríamos pensar. Pero entonces el problema se plantea otra vez: ¿depende el verdadero significado de las palabras de quién manda? Quien manda no es simplemente un individuo, porque el sujeto de enunciación siempre es colectivo, puede ser el discurso dominante. Dios no significa lo mismo en una época en la que manda la Iglesia que en una época en la que manda la Ciencia. Quien ejerce el poder sobre los significados encuentra también resistencia, mayor o menor, que, a su vez, inevitablemente, quiere ejercer su poder sobre los significados. No hay nada neutral.

lunes, 16 de marzo de 2009

Advertimos que nadie puede usar el término Bloom como signo de desprecio (Tiqqun)

Que el término Bloom no pueda ser usado como signo de desprecio no significa una restricción dictatorial de su sentido por parte de Tiqqun, sino más bien todo lo contario. En cuanto disposición anímica fundamental, o más bien en cuanto Figura de esta disposición, de la Stimmung, el Bloom no es un otro, no puede ser situado en una alteridad radical, no es lo criticado, como si fuera un objeto óntico que se ofrece a la conciencia para juzgarlo o una determinación particular despreciable; tiene un sentido ontológico, una significación existencial en relación con su posibilidad, y un sentido político. Usarlo como signo de desprecio sí sería una restricción de su sentido, de su sentido como potencia que no puede agotar una serie de atributos.

Precisamente unas líneas antes de la advertencia se explican los motivos: lo propio del pensamiento reaccionario consiste en describir lo que es, pero a condición de omitir la potencia que trabaja lo real. Podrá ver el Bloom, no su ambivalencia. Podrá ver su fatalidad, no el aura de potencia que lo nimba.

Usarlo como signo de desprecio sería propio, por lo tanto, de un pensamiento reaccionario, de un realismo ciego ante la realidad del Bloom, una auténtica restricción de su sentido.

En definitiva, si el Bloom es el vacío de toda determinación substancial, si no es un tipo humano particular, si es pura disponibilidad, si positivamente no es nada ¿cómo podría usarse como signo de desprecio si no es ignorando la potencia de este vacío, la propia posibilidad del Bloom de saltar más allá de sí mismo?

Fuerzas activas de la potencia y no fuerzas reactivas de la mala conciencia. Crítica constructiva.
¿Qué significaría despreciar al Bloom, autoproclamarse intelectual exquisito, lector de alta literatura, ente privilegiado situado por encima de los proletarios infrahumanos adocenados, en definitiva, ser el Bloom más gilipollas que imaginarse pueda?, Porque, ¿desde qué posición se podría despreciar al Bloom? No es una disposición subjetiva sino una tonalidad del ser en la que estamos arrojados, y del carácter vacilante de un discurso sobre el Bloom (que no puede objetivarse) ya se nos advierte desde el principio del libro. La advertencia del epílogo no suaviza la crítica. En todo caso, la radicalizaría extendiéndola a todos aquellos que creen vivir fuera del Bloom, que no parten de la situación sino que parlotean conmovedoramente sobre un deber ser, y que aceptan gustosos la separación entre la cultura y la vida, entre la filosofía y la vida. Cada una en su sitio. Aceptan la separación, perpetúan al hombre abstracto, son colaboradores por mucho que desprecien al Bloom, o precisamente por hacerlo

Algunos conceptos a desarrollar, articular y problematizar

Biopolítica, Poder (Foucault)
Espectáculo (Debord)
Inmanencia, Devenir (Deleuze)
Mercancía, Capital (Marx)
Cuidado de sí (Heidegger, Foucault)
Alienación (Hegel, Marx, Debord)
Ser-en-el-mundo (Heidegger)
Imaginación (Kant)
Esferas (Sloterdijk)
Potencia (Aristóteles)

domingo, 15 de marzo de 2009

Oscurantismo teológico mercantil

Quizá habría que hablar de una luminosa Edad Media, si es cierto que el para qué del valor no se refería exclusivamente al valor de cambio (la pregunta que se formula hoy de para qué vale la filosofía planteada con una triste mordacidad y una gran miopía: ¿qué valor adquiere en el mercado?). En la teología mercantil la verdad sobre todas las cosas es su infinita sustituibilidad, la equivalencia de lo diferente y una abstracción salvaje.

¿La pluralidad de formas de vida y el politeísmo de los valores no están subsumidos, al fin y al cabo, en la unidad del consumismo como forma de vida (donde se consumen, eso sí, una pluralidad de signos de pertenencia y de identidad, quizá para paliar los efectos de la estructuración social del aislamiento y llenar rápidamente esa nada que tan plenamente somos, como dírían Tiqqun) y del intercambio mercantil como único vínculo social que queda en pie, dada la necesidad de completar la independencia de los hombres entre sí con un sistema de dependencia material en todos los aspectos (Marx)?


La pura exterioridad de las condiciones de existencia constituye también la ilusión de la pura interioridad

Tiqqun, Teoría del Bloom


La pura interioridad se ha hecho líquida, como diría Bauman (lo dice de todo, así que ¿por qué no de la interioridad?), ha perdido solidez substancial, del mismo modo que el trabajo ha pasado de ser fijo a ser temporal, fluido. Así nos convertimos en Bloom, en eternos adolescentes, siempre en transición. ¿Se adapta nuestra subjetividad al ritmo del capital?


El Bloom comprende únicamente el lenguaje sobrenatural del intercambio. Dirige hacia el mundo una mirada sin ver nada, salvo la nada del valor.

Tiqqun, Teoría del Bloom


Dado que no hay un afuera del mundo de la mercancía, salvo como lugar imaginado (la Edad Media luminosa del principio en parte es sólo una ficción), y que encima puede venderse muy bien (la publicidad, que constantemente nos induce a desear abstracciones que misteriosamente se transustanciarían en objetos materiales usa a menudo una retórica romántico-idealista) ¿qué prácticas, más allá de teorías críticas y utopías comunicativas, serán capaces de transformar el Bloom?, ¿es posible imaginar una forma de comunidad sin nostalgia y sin resucitar a Dios, re-ligarnos sin apelar a una instancia trascendente? De todas formas, la comunidad nunca existió. Y hay que inventarla.

sábado, 14 de marzo de 2009

Inmanencia absoluta

La superficie es más inquietante y más rica que la profundidad: más ligera, más móvil, más habitable, más interesante. El niño que dice sí es una criatura de las superficies que juega por sus pliegues, con alegría, sin territorializarse en una falsa profundidad, en una identidad absoluta, sin huir a lo trascendente, a lo siempre igual, a lo que no admite devenir.


Diremos de la pura inmanencia que ella es UNA VIDA y nada más. Ella no es inmanencia a la vida sino lo inmanente que no está contenido en nada siendo en sí mismo una vida. Una vida es la inmanencia de la inmanencia, la inmanencia absoluta. Ella es potencia, beatitud completa.

La vida del individuo ha cedido el paso a una vida impersonal y sin embargo singular que desprende un puro acontecimiento liberado de los accidentes de la vida interior y exterior, es decir, de la subjetividad o de la objetividad de lo que acontece.

Una vida está en todas partes, en todos los momentos que atraviesa tal o cual sujeto viviente y que se miden por tales o cuáles objetos vividos. Una vida inmanente lleva acontecimientos o singularidades que no hacen sino actualizarse en los sujetos y los objetos

Gilles Deleuze, La inmanencia: una vida

viernes, 13 de marzo de 2009

Contra la aceptación de la impotencia

La resistencia como un limitarse a quejarse de estados de cosas considerados injustos será considerada tan inútil como obscena por cuanto es una modalidad pueril de las fuerzas reactivas que alimenta la ilusión de una conciencia democrática (¿qué democracia?) moralmente superior por principio al resto. Se evita así el devenir práctico del pensamiento y se lo confina a la impotencia de la protesta. Las quejas se escuchan desde todos los altavoces. Un murmullo incesante de resentimiento. Hay que salirse de ese bucle. El pensamiento tiene que volver a ser potente y peligroso, creativo y valiente, salir a la intemperie y no refugiarse en el endiosamiento de la palabra democracia. Dicho endiosamiento impide, en lugar de crear las condiciones de posibilidad de, un devenir democrático. Colabora con los estados de cosas de los que con tantos aspavientos se queja y contra los que protesta barnizándose así con una moralidad superior que en realidad debería ser conceptuada como inferior, dada su forma sumisa de plegarse a lo existente despreciando cínicamente la potencia del pensamiento.

Su defensa incondicional de la democracia es conmovedora. Todo el que se oponga a ellos (y piensan la diferencia como oposición, con una dialéctica de pacotilla) es un terrorista potencial o anhela secretamente cobijarse en un régimen tiránico. Y sin embargo la democracia se convierte para ellos en un Gran Sujeto, el único, el acogedor. Teólogos monoteístas disfrazados. No dicen ya socialismo o barbarie, dicen democracia biopolítica y turbocapitalismo o barbarie, como si fuera una disyuntiva. Amedrentan a todo el que quiera escucharles contándoles que no hay alternativa, que mejor naufragar en las ruinas de lo posible, decapitado por principio. Lo que hay es lo que hay.

Se les llena la boca proclamando las bondades de la literatura, del arte, de la filosofía (son muy cultos y eruditos, no hay duda), pero en cuanto la filosofía, por ejemplo, toca la vida, no disimulan la mueca de espanto que les provoca (y salen a cazar brujas al grito de terroristas, como en American Dad). El lugar de la filosofía debe estar lejos de la vida, separada de todo, donde no moleste. Son los guardianes de la frontera. Literatura, arte, filosofía, pese al supuesto valor que se les atribuye formalmente, quedan confinadas al Espectáculo: su función es distraernos. Anestesiarnos, consolarnos.

Quizá condenarían también a Sócrates, igual que hoy criminalizan a Tiqqun asimilándoles más simbólica que jurídicamente (insostenible) con el terrorismo. Sin duda han leído a Kafka, pero no ven la tragicomedia kafkiana de una acusación sin pruebas, preventiva, de carácter ejemplarizante. Queremos tanto al Estado. Nos gusta tanto discutir, pero obedecer (me incluyo, y sin embargo no puedo dejar de pensar que hay algo que huele a podrido en el mecanismo automático de desautorizar todas las críticas por el hecho de que se han podido expresar, de que hay libertad de expresión)

jueves, 12 de marzo de 2009

Talante alciónico

¡es el tedio! Él nos llena de llanto sin motivo,
y fumando su pipa, imagina cadalsos.
Tú conoces, lector, al delicado monstruo
-hipócrita lector-, mi semejante, ¡mi hermano!

Charles Baudelaire, Al lector, Las flores del mal


En el fondo de esta complicidad punk con el lector, que permite insultarle y que el insulto sea bien acogido, está la idea de una comunidad virtual que todo libro convoca, a la que se dirige como a un hermano, como a un semejante, de manera que el libro encuentra ahí su existencia propia, fuera de sí (por eso la desaparición de la forma-libro no será una catástrofe, no acabará con la comunidad lectora).

Ya sea una desolación rabiosa grunge o una alegría superficial pop, el delicado monstruo del tedio o el espíritu libre nietzscheano, la semejanza no se halla del lado de los atributos, sino de un modo de ser o de estar compartido, ni subjetivo ni objetivo, de una Stimmung.

Si el tedio nos descubre que estamos arrojados en nuestro ahí, irremediablemente, y la angustia revela la nada oculta tras nuestros atributos e identidades impuestas, el talante alciónico, caminando con pies ligeros, escuchará la potencia desnuda de esta nada y bailará sobre esta falta de fundamento, sobre este abismo, sin aferrarse desesperadamente a un sujeto metafísico que vuelva a poner el suelo bajo sus pies: ni certeza autoevidente del yo ni Dios como ente supremo.

martes, 10 de marzo de 2009

Preámbulo

Stimmung es un término que hace referencia a la disposición afectiva del Dasein, a un estado de ánimo o modo de encontrarse, por medio del cual éste se abre al mundo, o el mundo se le revela con una determinada tonalidad, con una determinada gama de posibilidades. Tiene un sentido ontológico y no meramente psicológico. Quizá incluso, y no en última instancia, un sentido político. No es una posesión exclusiva de un individuo autónomo. El individuo es una abstracción, la autonomía la moderna prisión metafísica. La Stimmung es, dicho con Heidegger, "un modo existencial fundamental".


El lugar de la Stimmung, podríamos decir, no está ni en la interioridad, ni en el mundo, sino en su límite.

Giorgio Agamben, La potencia del pensamiento


Como sabemos, el papel fundamental de esta apertura le corresponde a la angustia. A diferencia del miedo ante un ente determinado (un león, un conductor borracho, un skinhead) la angustia se caracteriza porque no tiene objeto. Se revela así la apertura misma, atravesada por esta negatividad esencial: el abismo, la noche del mundo.


Esta noche del mundo, esta nada vacía que lo contiene todo en su simplicidad abstracta, esta forma de la pura inquietud...

Hegel


¿De qué forma puede contenerlo todo esta nada? Quizá haya que acudir a la vieja categoría aristotélica y responder: de forma potencial. Lo potente, lo virtual, la posibilidad, es un modo de ser negativo, ya que no está en acto, y sin embargo es un modo de ser creativo y productivo.


Ningún predicado puede agotar nuestra potencia.
La incompletitud es el modo de ser de todo lo que se mantiene en contacto con la potencia, la forma de existencia de todo lo que está consagrado al devenir.

Tiqqun, Teoría del Bloom


Para Heidegger la existencia del hombre no precede a la esencia, sino que su esencia es la existencia. Si consideramos que la existencia del hombre está consagrada al devenir, en virtud de su potencia, la esencia no es nada parecido a un predicado que responda de una vez por todas qué es el hombre. La esencia del hombre no es la racionalidad.

La pregunta sería más bien qué pueden los hombres, de qué son capaces. La esencia se define, entonces, por la potencia.


¿Es posible metamorfosear la angustia en alegría alciónica? La alegría como ligereza, pero también como confrontación con la insoportable levedad del ser. Afirmación trágica de la existencia. Stimmung potencial, no realizada, intempestiva y combativa. Si la Stimmung que caracteriza nuestras sociedades dominadas por el Espectáculo, por la publicidad y la mercancía autoritaria, y por las democracias Biopolíticas y la Vigilancia total, hay que caracterizarla por el cinismo y la inseguridad, postular, aunque sea sólo a modo de experimento, o incluso de atrevimiento ingenuo, una Stimmung alciónica, alegre, potente, sin miedo, refractaria al control y a la dominación mercantil, puede quizá (y aún tenemos que mantenernos al acecho en este quizá) adquirir una dimensión política.


Esto no debe entenderse en el sentido de que seamos mágicamente libres, en función de nuestra voluntad, respecto a las condiciones y sujeciones sociales, que mientras podamos imaginarnos como libres la opresión desaparecerá, diluyéndose como una apariencia fantasmal. Esta concepción de la libertad, basada en una metafísica del sujeto, de un sujeto desligado de su entorno y de los otros, es ideológica: se oculta a sí misma su sujeción, la interioriza, aprende a amar al Gran Hermano. Esta posibilidad, nebulosa y desdibujada aún, más bien hay que entenderla como una disposición de ánimo que se niega a dejarse sujetar e identificar con los afectos tristes que producen los mecanismos de poder y disminuyen nuestra potencia, nuestra capacidad de obrar.

Devenir activo frente a las fuerzas reactivas.
Devenir máquina de guerra.
Danzar.

La gran salud como cuidado de sí, estética de la existencia y no efecto del poder biopolítico, poder que se ha vuelto productivo y dice: sé tú mismo (eslogan posmoderno del consumo) y goza (ya no somos represivos). El ser-en-el-supermercado como espectador terminal se contempla a sí mismo con distancia y extrañamiento, cosa entre las cosas, sustituible y abstracto. Cada vez más cargado y más vacío, cada vez más necesitado de un gesto liberador, que aligere la carga y habite el vacío.


Ir hasta el fin de las posibilidades que mi situación contiene

Tiqqun, Teoría del Bloom


No se trata de oponer lo que debe ser a lo que es, sino de señalar que lo que es y lo que puede ser son inseparables. La potencia admite una variación de grados. Algo es más intenso -es más lo que es, por así decir- cuanto mejor realiza lo que puede, cuando se propone ir hasta el fin de las posibilidades que contiene. Desde esta perspectiva hay que entender afirmaciones como "esto no es literatura" o "esto no es música", referidas a productos que son considerados como tales. Se esté o no de acuerdo con dichos juicios, su sentido es, para quien los emite, que no despliegan la plenitud de la esencia de la literatura o de la música, o que lo hacen en un grado muy bajo. El ser queda así ligado a la potencia, no simplemente considerado en su positividad, en su factum brutum.