martes, 17 de marzo de 2009

Humpty Dumpty y la no-neutralidad del poder

Probablemente la reacción normal ante la sentencia de Humty Dumpty de que no importa lo que significan las palabras, sino quién manda, sea espantarse, considerarlo un caso de cinismo, un peligro totalitario que se cierne sobre nosotros. Si lo aceptáramos, la verdad podría ser la mentira, etc. Humpty Dumpty no tiene razón, expone lo que debemos evitar, lo que debemos hacer: asignarle a las palabras su verdadero significado, alejándonos del poder y situándonos en un lugar neutral. Pero es inevitable sospechar de esta neutralidad, tanto de la posición enunciativa como de los significados. No existe un lugar neutral respecto de las relaciones de poder, tampoco de las relaciones de poder discursivas, de las acciones comunicativas (¿qué pasa cuando no hay consenso?, y casi nunca lo hay). No hay un verdadero significado inscrito en el cielo, invariable e inmutable.

No es el verdadero significado del término radical, por ejemplo, el que dirime la disputa entre aquellos para quienes su verdadero significado es el que le otorgan los medios de comunicación y aquellos para quienes su verdadero significado es ir a la raíz de las cosas. Si la cuestión es quién manda, depende de las relaciones de fuerza que se componen. Quien quiera asignarle su verdadero significado ocupa una posición determinada.

Lo que importa es el verdadero significado de las palabras, no quién manda, podríamos pensar. Pero entonces el problema se plantea otra vez: ¿depende el verdadero significado de las palabras de quién manda? Quien manda no es simplemente un individuo, porque el sujeto de enunciación siempre es colectivo, puede ser el discurso dominante. Dios no significa lo mismo en una época en la que manda la Iglesia que en una época en la que manda la Ciencia. Quien ejerce el poder sobre los significados encuentra también resistencia, mayor o menor, que, a su vez, inevitablemente, quiere ejercer su poder sobre los significados. No hay nada neutral.

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