jueves, 12 de marzo de 2009

Talante alciónico

¡es el tedio! Él nos llena de llanto sin motivo,
y fumando su pipa, imagina cadalsos.
Tú conoces, lector, al delicado monstruo
-hipócrita lector-, mi semejante, ¡mi hermano!

Charles Baudelaire, Al lector, Las flores del mal


En el fondo de esta complicidad punk con el lector, que permite insultarle y que el insulto sea bien acogido, está la idea de una comunidad virtual que todo libro convoca, a la que se dirige como a un hermano, como a un semejante, de manera que el libro encuentra ahí su existencia propia, fuera de sí (por eso la desaparición de la forma-libro no será una catástrofe, no acabará con la comunidad lectora).

Ya sea una desolación rabiosa grunge o una alegría superficial pop, el delicado monstruo del tedio o el espíritu libre nietzscheano, la semejanza no se halla del lado de los atributos, sino de un modo de ser o de estar compartido, ni subjetivo ni objetivo, de una Stimmung.

Si el tedio nos descubre que estamos arrojados en nuestro ahí, irremediablemente, y la angustia revela la nada oculta tras nuestros atributos e identidades impuestas, el talante alciónico, caminando con pies ligeros, escuchará la potencia desnuda de esta nada y bailará sobre esta falta de fundamento, sobre este abismo, sin aferrarse desesperadamente a un sujeto metafísico que vuelva a poner el suelo bajo sus pies: ni certeza autoevidente del yo ni Dios como ente supremo.

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