sábado, 14 de marzo de 2009

Inmanencia absoluta

La superficie es más inquietante y más rica que la profundidad: más ligera, más móvil, más habitable, más interesante. El niño que dice sí es una criatura de las superficies que juega por sus pliegues, con alegría, sin territorializarse en una falsa profundidad, en una identidad absoluta, sin huir a lo trascendente, a lo siempre igual, a lo que no admite devenir.


Diremos de la pura inmanencia que ella es UNA VIDA y nada más. Ella no es inmanencia a la vida sino lo inmanente que no está contenido en nada siendo en sí mismo una vida. Una vida es la inmanencia de la inmanencia, la inmanencia absoluta. Ella es potencia, beatitud completa.

La vida del individuo ha cedido el paso a una vida impersonal y sin embargo singular que desprende un puro acontecimiento liberado de los accidentes de la vida interior y exterior, es decir, de la subjetividad o de la objetividad de lo que acontece.

Una vida está en todas partes, en todos los momentos que atraviesa tal o cual sujeto viviente y que se miden por tales o cuáles objetos vividos. Una vida inmanente lleva acontecimientos o singularidades que no hacen sino actualizarse en los sujetos y los objetos

Gilles Deleuze, La inmanencia: una vida

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