El capital destruye todo vínculo, toda relación excepto la mercantil, desarraigándonos de todo (todo lo sólido se disuelve en el aire, que diría Marx) excepto del trabajo, que nos identifica y nos legitima como miembros aptos de la comunidad de consumidores, y ahora al capital le sobra trabajo (otra vez).
El tramposo Amo posmoderno, además, nos dice: debes gozar haciendo tu trabajo, debes gozar consumiendo, debes gozar y gozar; y lo dice insistentemente para conjurar un estado de desmoralización generalizado del que es cómplice. La árida ética del viejo Kant acaso era más honesta.
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